CAMBIO DE
HORARIO.
El horario de
verano (o tiempo de ahorro de luz) (en inglés Daylight saving time o DST) es el
horario que sigue a la convención por la cual se adelantan los relojes para
usar más la luz diurna. Normalmente los relojes se adelantan una hora a
principios de la primavera y se retrasan de nuevo en otoño. Muchas culturas
antiguas, en cambio, alargaban las horas diurnas en verano. El horario de
verano moderno fue propuesto por primera vez por Benjamin Franklin y
posteriormente, en 1907, por William Willett. Se empleó amplia mente por primera
vez en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, para ahorrar carbón. A pesar de
las controversias, muchos países lo vienen empleando desde entonces. Los
detalles difieren dependiendo del país y son modificadas a veces.
El añadir
tiempo de luz diurna a las tardes beneficia al comercio, a la práctica
deportiva y otras actividades a las que favorece la presencia de luz tras la
jornada laboral,1 pero puede ocasionar problemas a la agricultura y a otras
ocupaciones que dependen del tiempo de exposición a la luz solar. El incremento
vespertino de luz puede ayudar a disminuir los accidentes de tráfico, pero sus
efectos sobre la salud y la incidencia del crimen están menos claros. Se dice
que mediante el horario de verano se ahorra energía eléctrica al reducirse la
necesidad de iluminación artificial,pero las evidencias que lo apoyan son
débiles,5 dado que el horario de verano puede estimular la aparición de picos
de demanda, lo que incrementa los costes.
Por otra
parte, los cambios de horario dificultan la percepción del tiempo y pueden
causar problemas de sueño a las personas, así como trastocar reuniones, viajes,
facturación de equipaje, el mantenimiento de registros, dispositivos médicos y
el uso de maquinaria pesada. Muchos sistemas dirigidos por computadoras son
capaces de ajustar sus relojes automáticamente, pero se llegan a producir
errores, sobre todo cuando las reglas del horario de verano cambian.
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