Varicela
La
varicela es una enfermedad contagiosa causada por el virus de la varicela
zóster. Es una de las
enfermedades clásicas de la infancia, que en los niños suele ser leve pero en
adolescentes y adultos tiene mayor riesgo de complicaciones. La enfermedad dura
alrededor de una semana. La
varicela puede verse en cualquier época del año, aunque es más frecuente en el
invierno y la primavera, el virus causante
sólo se transmite de persona a persona, ya sea por contacto directo con las
lesiones cutáneas o por vía área al expulsarse mediante la tos o los
estornudos. El periodo de incubación hasta que aparece la enfermedad es de 2 a
3 semanas. Los enfermos son contagiosos aproximadamente desde 2 días antes de
aparecer la erupción. La varicela es por lo general adquirida por la inhalación
de gotitas respiratorias en suspensión en el aire desde un huésped infectado.
La naturaleza altamente contagiosa del virus de la varicela explica las
epidemias que se propagan a través de las escuelas desde un niño que está infectado
rápidamente a muchos otros compañeros de clase. Las vesículas de la varicela
contienen muchos virus, por lo que la transmisión puede ocurrir también por
contacto directo con estas vesículas, aunque el riesgo es menor.
El signo más
característico de la varicela es una erupción en la piel que aparece en forma
de pequeños granos que en poco tiempo se convierten en vesículas ampollas
llenas de líquido. Las vesículas suelen aparecer primero por el tronco, la
cara, el cuero cabelludo, extendiéndose después por todo el cuerpo. También
puede afectar a la boca, a la vulva y al interior de los canales auditivos. Uno
o dos días después las vesículas se transforman en costras. Durante los
primeros días aparecen varias oleadas de vesículas, por lo que pueden verse a
la vez lesiones en varias fases evolutivas. Las lesiones de la piel suelen ser
muy pruriginosas es decir, causan el incontrolable deseo de rascar y/o la
sensación de escozor. Al aparecer las costras, las lesiones ya no serán
contagiosas. Generalmente la varicela se diagnostica por sus signos clínicos
típicos, sin precisar de ningún tipo de análisis. La erupción vesiculosa y
pruriginosa en oleadas, especialmente si hay antecedente reciente de contacto
con un enfermo de varicela, es suficiente para establecer el diagnóstico.
En niños sanos suele
ser suficiente con una serie de medidas para aliviar los síntomas. Para la fiebre
se emplea el paracetamol. Con carácter
general se desaconseja el uso de ibuprofeno en niños con varicela por la
posibilidad de una predisposición a infecciones oportunistas.
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